Descubriendo nuestros límites
"Yo me agoto abarcando el mayor número de estrellas, inventando las ausentes e
imaginando las que fueron y serán. Me esfuerzo en padecer el drama de cada sol:
arder su fuego, rodar su movimiento y poblar el fabuloso panorama de sus
mundos, a fin de que ninguno quede sin ser justificado en este canto”
Carlos Framb, Un día en el paraíso
Cuando era pequeño,
mi abuela, quien me ha transmitido el amor por la
astronomía, me mostraba un
punto rojo en el cielo estrellado. Ella me decía que ese pequeño punto era el planeta Marte e
inmediatamente mi mente se introducía en un mundo de pensamientos propios de mi
edad. Pensaba, ¿cómo
será vivir en Marte? ¿Por
qué su color rojo?, cuándo saldrá un cohete hacia Marte?
Hoy, casi 27 años después,
el ser humano se ha propuesto decididamente no solo enviar personas a Marte
sino también habitar este planeta modificando incluso su atmósfera. Mucho se
especula acerca de los motivos por los cuales el ser humano desea llegar al Planeta Rojo; algunos creen que
se trata de un esfuerzo desesperado por encontrar un nuevo hogar, ya que la
sobrepoblación en la tierra y los niveles de CO2 son casi insoportables; otros piensan que un
viaje a Marte puede solo tratarse de estrategias militares propias de la guerra
fría. Lo cierto es que el ser humano siempre ha sentido curiosidad por
descubrir qué hay más allá y tratar de darle una explicación a aquello que
desconocen.
Ya desde los años 60s la NASA inició la investigación de Marte con la misión Mariner, cuyo propósito era
explorar los planetas internos de nuestro sistema solar, a saber, Mercurio, Venus y Marte,
centrando sus
observaciones en Venus y Marte específicamente. Evidentemente no era una tarea sencilla realizar esos cálculos
con la tecnología de esa época,
inferior a la de un smartphone que cualquiera puede llevar hoy en su
bolsillo.
Ya a mediados de los
años 70, los
programas Viking 1
y 2, diseñados con el propósito
de orbitar y “aterrizar” en Marte, lograron mostrarnos las
primeras imágenes de la superficie marciana el 21 Julio de 1976. En esa imagen inicial se observa una
superficie erosionada, desértica y lúgubre, muy lejana a las nóvelas de ciencia
ficción escritas sobre marcianos. También se hicieron los primeros estudios
para encontrar algún rastro de vida pasa en Marte, lo cual no arrojó resultados
satisfactorios debido a que no se obtuvieron resultados claros sobre la presencia de
microorganismos vivos, así que los científicos concluyeron que la superficie
marciana era completamente estéril.
Ya el 4 de diciembre
de 1996 fue lanzado el Mars Pathfinder y, “aterrizando" el 4 de Julio de 1997, fue desplegado un robot, llamado Sojourner, diseñado
para recolectar la mayor cantidad de datos posibles, analizando la atmósfera marciana, el
clima, la geología y la composición de sus rocas y suelos. Está misión fue un
éxito y para muchos adolescentes de mi edad se comenzaba a hacer realidad
aquella ilusión de ver un ser humano en Marte.
Hoy, en pleno año
2020, con la mejor tecnología que hemos tenido en la historia de la humanidad,
con la mayor cantidad de datos obtenidos sobre un planeta diferente a la Tierra, nos aproximamos a
ver cumplida esa ilusión. A pesar que no hay claridad en la fecha de
lanzamiento, vemos cómo
se adelantan trabajos de investigación sobre el entrenamiento y la sostenibilidad
de la vida de las astronautas. Ellos
tendrán la difícil tarea de emprender un viaje sin regreso pero con la
satisfacción de ser los primeros en implantar la vida humana en otro planeta. Serán nuestros
nuevos héroes y se
escribirán páginas con sus nombres. Con
todo este desarrollo nos abrimos paso como especie hacia la conquista de
aquello que solo estaba en nuestra imaginación: el espacio y sus mundos.
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