SOBRE LOS HOMBROS DE UN GIGANTE

 
"El esfuerzo para comprender el universo es una de las pocas cosas que eleva la vida humana por encima del nivel de la farsa y le da algo de la gracia de la tragedia". 

Steven Weinberg, Epílogo de Los Tres Primeros Minutos











Cuando un estudiante de ciencias naturales inicia sus estudios universitarios quizá lo hace con la ilusión de poder contribuir en algún momento a la comprensión de las leyes fundamentales de la naturaleza. Y es que ésta parece estar velada ante los humanos, quienes hacen esfuerzos profundos sólo por comprender una pequeña parte de lo que nos guarda. Iniciar una carrera científica supone ya una demanda de largas horas de estudio, frustraciones ante la imposibilidad de encontrar una respuesta en las ecuaciones ya formuladas por verdaderos gigantes. Una carrera científica supone una serie de sacrificios a los que, con razón, muchos terminan renunciando pronto. La recompensa a todo esto viene cuando comprendes que después de cada esfuerzo vas avanzando hacia la contemplación de una naturaleza quizá diferente a los ojos de un artista o de un poeta.


El camino científico ha sido construido por estos gigantes, quienes con sus aportes nos han permitido avanzar hasta donde nos encontramos en este momento. De todos estos gigantes, quiero destacar especialmente uno de ellos. El profesor Steven Weinberg, con su elegancia y claridad al momento de expresar sus ideas no solo científicas me sorprendió al momento de entrevistarlo en Noviembre del 2018.


El profesor Weinberg era una persona excepcional en sus planteamientos. Su oposición a las armas nucleares fue férrea. Tal como lo expresa en su libro Lake Views, él consideraba que aparte del enorme costo que tiene la defensa anti-misiles, esto también podría desencadenar una confrontación armada que traería consecuencias devastadoras. También se destacó por sus esfuerzos en contribuir al desarrollo de una teoría final basada en el sueño de Albert Einstein, quien pensaba que todas las fuerzas fundamentales de la naturaleza convergen en una sola fuerza. Esta idea llevó al profesor Weinberg a sostener varios debates con políticos importantes de los Estados Unidos, uno de ellos el entonces Senador Joe Biden, hoy presidente. Weinberg defendía ante el congreso norteamericano, iniciando los años 90, la construcción de un gran colisionador de partículas que estaría ubicado en las fueras de la ciudad de Waxahachie, Texas, cerca de la universidad donde Weinberg trabajó sus últimos 39 años. Este proyecto se vio abruptamente cancelado en 1993 debido a un recorte presupuestal y después de que el mismo gobierno había invertido una fuerte suma de dinero, cerca de dos mil millones de dólares. De este proyecto hoy sólo quedan los túneles y una compañía de químicos que opera donde su suponía que serían las oficinas del super-colisionador.


En 1979 el profesor Weinberg fue condecorado con el premio Nobel en Física junto con los físicos Abdus Salam y Sheldon Glashow por su aporte a la unificación de las fuerzas débil y electromagnética. Recordemos que la fuerza electromagnética es la encargada de llevar luz eléctrica a nuestros hogares y la fuerza débil se encarga del proceso de fusión nuclear, importantísimo como fuente de energía de las estrellas y de la formación de elementos químicos pesados.


En Septiembre del 2017 llegué al estado de Texas y uno de los primeros objetivos fue poder asistir a uno de los seminarios que para entonces el profesor Weinberg dictaba en el grupo de física de partículas de la Universidad de Texas en Austin. Desafortunadamente estos seminarios estaban reservados exclusivamente para los estudiantes miembros de este grupo de investigación. La sensación fue frustrante, pues pocas veces tienes tan cerca la posibilidad de escuchar un seminario dictado por una persona que se codeaba, y como él mismo lo relató, discutía con otros gigantes de la física como Richard Feynman y Murray Gell-Mann.


Un poco más de un año después, en Octubre de 2018 a las 11:00 am, y luego de conversarlo con un amigo decidí escribirle un email directamente solicitándole la posibilidad de reunirme con él para entrevistarlo; sólo cuatro horas después yo estaba recibiendo la respuesta en mi bandeja de mensajes, donde él accedía a reunirse conmigo algún martes de ese mes. La cita fue programada para el martes 30 de Octubre pero por compromisos de Weinberg tuvo que ser aplazada un par de días.


Finalmente, el 1 de Noviembre a las 7:00 am me encontraba con mi familia camino a Austin, por la Interestatal 35 . Un recorrido que toma 3 horas en auto desde Dallas. A mitad de camino nos detuvimos para darnos un descanso, cuando recibí una llamada de un número desconocido. Al contestar esa llamada escuché una voz con tono grave diciendo: “Es usted Johnny?" A lo que respondí afirmativamente y con una sensación de pesimismo, pues ya podía imaginarme quién me estaba llamando. Era el profesor Weinberg quien prosiguió: “Quisiera informarle que estaré llegando 15 minutos tarde a nuestra cita porque tendré una reunión con el decano de facultad”. La tranquilidad fue regresando lentamente, por un momento pensé que cancelaría la cita.

Llegué a la Universidad de Texas poco antes de las 11:00 am buscando la oficina RLM 9-306, la oficina de Steven Weinberg. Al llegar fui recibido por su asistente, la señora A.J. Bunyard, quien amablemente nos atendió e invitó a esperar al profesor en su oficina. La sensación al entrar fue como si estuviera entrando a un lugar sagrado. Yo estaba luchando contra mis nervios, pues estaba a minutos de reunirme con uno de los físicos más importantes de toda la historía de la ciencia. Di un recorrido por la oficina observando sus libros traducidos en varios idiomas. También observe con agrado varios certificados de asistencia del profesor Weinberg a la escuela de invierno en la Universidad Hebrea de Jerusalén, escuela de la cual él fue uno de sus fundadores y a la cual tuve el privilegio de asistir en 2015. Perdí mi batalla contra los nervios al observar en una estantería junto a una ventana una medalla bastante llamativa,  nada más y nada menos que la medalla de su premio Nobel. Era la primera vez que yo tenía una medalla de esas frente a mí. Medalla que han ganado gigantes como Max Planck, Albert Einstein, Enrico Fermi, entre otros.









Mientras intentaba mantener la calma escuché la voz del profesor ingresando a su oficina, fue emocionante verlo entrar ayudado por su bastón. Nos saludamos y procedimos a la entrevista. La serenidad y elocuencia con la que él contestaba mis preguntas me ayudó a calmarme y disfrutar ese momento que para mí era trascendental. Es increíble que una conversación con un personaje de la talla de Steven Weinberg pueda ser fuente motivación para estudiantes que, como yo, a veces no vislumbramos un camino a seguir en el mundo académico. La reunión que fue inicialmente pactada para que durara 15 o 20 minutos se extendió por casi 40 minutos. Al finalizar, yo tenía esa sensación que quizá sienta alguien al encontrarse con su artista favorito, esa sensación de alegría que resulta indescriptible en este momento.


La mañana del pasado 24 de Julio recibí un mensaje de WhatsApp donde me preguntaban si era cierto que había muerto Steven Weinberg, yo acababa de despertar así que no asimilaba aún el mensaje. Comencé a buscar en Twitter, la red donde quizá llegan primero las noticias, y no vi nada al respecto. Luego de unos minutos observé un titular devastador en la página de un canal de ciencia: allí confirmaban la muerte del profesor Weinberg el 23 de Julio en un hospital de Austin. Recibir esa noticia fue impactante, había muerto quizá el último gigante del siglo XX y con él murieron las esperanzas de entrevistarlo nuevamente.






Steven Weinberg era directo y claro en sus respuestas, quizá por ese motivo algunos se atrevieron a tildarlo de soberbio, pero no hay nada de soberbia en una persona que, dado su estatus de eminencia científica, le conceda 40 minutos a un estudiante con dudas profundas sobre el camino que ha decidido seguir. El profesor Weinberg, estoy seguro, continuará inspirando a muchos a través de sus libros, sus videos y las enseñanzas que dejó en quienes tuvieron el placer de atender a sus clases. Steven Weinberg ha quedado en la historia de la ciencia como un verdadero gigante y, como él bien lo afirmó, algún día después de su muerte y quizá de la nuestra alguien por fin logrará con éxito encontrar una teoría final.



Johnny Agudelo.


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